lunes, 18 de abril de 2016

Noticia de El País, 18 abril 2016

En el instituto Las Musas apenas pasa nada. Y lo poco que pasa, cada vez pasa menos. Esto, que parece más bien una no-noticia, es en realidad fruto de un trabajo que empezó hace tres cursos y que se nota cada día en la convivencia de este centro situado en el madrileño barrio de San Blas. Los responsables son 16 chavales de 1º a 3º de la ESO, elegidos por sus propios compañeros como mediadores, que actúan cuando surge un conflicto. Pero no solo eso. Están atentos a otros problemas, que podrían ser germen de casos de acoso, como alumnos con problemas de adaptación o que se sienten solos, o comentarios dañinos en las redes sociales.

"Por muy bien que funcione el centro, con 1.300 alumnos no lo puedes ver todo y te puede aparecer alguna sorpresa", afirma José Antonio Expósito, director del instituto, que cree que los mediadores hacen un trabajo fundamental para evitar el temido bullying.

"Estamos muchas horas juntos, en el día a día surgen algunos pequeños conflictos pero no suelen ser mucho, por tonterías principalmente: equipos de fútbol, por un boli, por cosas insignificantes", afirma Paula Gómez, de 14 años, mediadora de 2º de la ESO.

Estos casos se suelen resolver con una mediación no formal, en la que los alumnos elegidos escuchan a los que están en desacuerdo e intentan que ellos mismos acuerden una solución en el momento. Si no logran resolverlo así, cualquiera de las partes puede pedir una mediación formal. En este caso, se fija una reunión, que puede ser con o sin profesor, en la que los mediadores toman notas de las versiones de unos y otros, y finalmente, el acuerdo pactado se firma y se sigue su cumplimiento durante 15 días.

El País Vasco fue la primera comunidad en contar con esta figura, a finales de los años noventa. Después vinieron Cataluña y Madrid, explica Laura García Raga, investigadora principal de un proyecto de la Universidad de Valencia (financiado por la Generalitat) para evaluar la mejora de la convivencia en los centros educativos a partir de la implantación de la mediación.

En algunas comunidades, como Cataluña, ha existido un impulso institucional con una formación tipificada, mientras que en otras como Madrid es una figura más que puede incluir cada centro educativo al elaborar su Plan de Convivencia.

"No se llega al parte de sanción y a la expulsión, porque se consigue atajar con otra serie de acuerdos", dice González. Así, por ejemplo, dos alumnos que se han pelado pueden decidir hacer un trabajo conjunto sobre la violencia y exponerlo en clase, o bajar a recoger juntos basura al patio.

"Sin existir la mediación, muchas veces no nos llegaría la información de si algún alumno lo está pasando mal por motivos personales o escolares. Por ejemplo, hemos tenido alumnos que sufrieron algún episodio de acoso antes de venir al instituto, eso no lo puedes saber. Gracias a la mediación, nos hemos enterado de casos previos y hemos podido atajarlos".

Daniel cuenta que, por ejemplo, actúan si ven "a alguien que está muy solo en clase, que no se consigue adaptar del todo bien, o no se siente tan cómodo. Hablamos con ellos en un tono amigo, intentamos verles en los recreos, preguntarles qué tal les ha ido el día".

Las redes sociales también son otro de los ámbitos donde la presencia de los mediadores cobra relevancia, ya que el uso generalizado de los smartphones entre los adolescentes extiende las posibilidades de conflicto fuera del centro y del horario escolar. "Si no hablas con los chicos, hay cosas que no puedes percibir, como lo que sucede en los grupos de Whatsapp", asegura Expósito.


http://elpais.com/elpais/2016/04/18/actualidad/1460960023_994800.html



No hay comentarios:

Publicar un comentario