Hoy, venía escuchando M80Radio, donde Jorge Bucay tiene un
espacio diario.
La reflexión de hoy era sobre los malos, que están por todos lados. Hacen maldades que hace un
tiempo eran impensables, se está perdiendo el sentido moral. Explicaba que, en
tiempos de su padre, los ladrones no robaban a ancianos desvalidos en sus casas,
mientras que ahora es una cosa común y frecuente. También, que en tiempos de la
guerra, no se atacaba a los camiones con una cruz roja, que eran los que
llevaban la ayuda. Ahora los usan para camuflar armas o drogas… Se está
perdiendo el civismo, el respeto, la moralidad.
Decía, también, que la mejor manera de luchar contra eso es
con ingenio, buscar otras salidas, ser originales e innovar. Y contaba un
cuento para ilustrar este consejo (lo cuento así, de memoria):
Había una vez un Rey muy malvado a quien un ciudadano
enfadó. El rey lo condenó a muerte instantáneamente. El pueblo se quejó mucho,
porque les parecía injusto, una condena demasiado grande para un daño tan
pequeño. Entonces el Rey, invocando a su divinidad, reunió a todo el pueblo en
la plaza y les hizo saber que dejaría la decisión en manos de su Dios. Metería
dos papeles en una bolsa, uno con una cruz y otro con un corazón. Si el
condenado sacaba la cruz, sería ejecutado en el momento; si sacaba el corazón,
interpretarían que Dios había guiado su mano a su salvación. El condenado
sabía, porque era muy inteligente, que en los dos papeles de esa bolsa había
una cruz. Así que, cuando sacó el papel, delante de todo el pueblo,
inmediatamente se lo tragó. El rey, enfadado, le gritó, “¡Qué has hecho,
insensato! ¿Cómo vamos a saber ahora lo que ponía en el papel?” El condenado
respondió, “mira el otro papel en la bolsa, si hay un corazón sabremos que
saqué la cruz y seré ejecutado; y si hay una cruz, sabremos que saqué el
corazón y me habré salvado”. Efectivamente, dentro de la bolsa estaba la cruz,
y al Rey, delante de todo el pueblo, no le quedó otra salida que dejar libre al
condenado.
Está claro que no siempre podremos resolver nuestros
problemas tan “fácilmente”. Pero tampoco es frecuente que esté en juego nuestra
propia vida. El truco es, como dice Bucay, intentar responder de forma
inteligente, intentar buscar otra salida. Aunque pensemos que el otro es más
fuerte y más poderoso, existe la forma de burlarle, y acabar ganando el juego.
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