1. Asígnale a tu hijo cada semana una tarea específica.
“Esta
semana tienes que recoger todos tus juguetes y guardarlos en su lugar”. Puede
ser un ejemplo sencillo, en el que
claramente le das una responsabilidad. El hecho de que le hayas encomendado
algo, le transmite el mensaje de que tú crees que él puede hacerlo. Además de
tener un objetivo a lograr, tendrá un deber “moral” que cumplir. Emplea
frecuentemente las palabras “por favor” y “gracias”. Así le transmites respeto.
Eso le hará sentir que tiene valor y por
tanto reforzará su autoestima.
2. Pregunta y escucha con atención.
Además de las preguntas más “triviales”
como ¿tienes hambre o frío?, hazle preguntas de calidad. Se trata de darle a tú
hijo el espacio suficiente para que se exprese. Intenta estimularlo mediante
preguntas más exigentes, como por ejemplo
“¿qué fue lo que más te gusto de lo que hicieron hoy en la escuela?”. De esa
forma “obligarás” a que tenga que describir sensaciones o pensamientos. Cuando
lo haga escúchalo con mucha atención. Si el televisor está encendido por
ejemplo, entonces baja el volumen para escucharlo. De esa forma el entenderá
que lo que tiene para decir es importante. Nunca interrumpas su conversación
por atender el móvil. Lo que tu hijo tiene para contarte es más importante, y
ese mensaje es el que tienes que transmitirle exactamente.
3. Destaca lo positivo y mejora lo negativo.
Todos los niños,
incluyendo tus hijos, tienen defectos y virtudes. Rasgos de su personalidad o
conductas que te gustan más o menos. Cuando lo bueno se pone de manifiesto no
pierdas la oportunidad de expresarle claramente tu orgullo. “Te felicito hijo
por la buena tarea que has hecho”. También hay que decirle los errores, pero de
una manera positiva, generarle inmediatamente una segunda oportunidad, o una
tercera si fuera necesaria. Cuando logre el resultado correcto, hazle ver que
fue capaz de superar la dificultad.
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